SALVANDO EL PUENTE
Cuando se produjo el aluvión de 1925, Casa Grande fue muy afectada por la cantidad de agua que provenía de las lluvias y de la red de acequias que rodeaba este lugar. Según contaban papá y mamá, muchos tuvieron que guarecerse en el cine de la hacienda, el cual en ese entonces ya había sido construido y por ser de material noble, ofrecía mayor seguridad. Según contaban, la fuerza de las aguas fue devastadora, hasta el cementerio se vio perjudicado, pues a pesar de su lejanía de la población, el agua sacó los ataúdes de los nichos, los cuales llegaron como balsas hasta Casa Grande, siguiendo su ruta hacia el mar.
Mi mamá contaba que los trabajadores no permanecían inactivos, se trataba de proteger lo más posible el ingenio y la población. Fue en esos momentos que se supo, que el puente sobre el río Roma podía colapsar y era necesario reforzarlo y protegerlo. Una de las medidas era pasar cables alrededor de los pilotes que lo sostenían, lo que significaba llevarlos de un lado a otro para sujetarlos. La tarea era peligrosa y creo que muy pocos se animaron a hacerlo. Papá, que nadaba muy bien, no vaciló en ofrecerse como voluntario. Lo sujetaron con una cuerda por la cintura y empezó la labor, probablemente con el apoyo de alguien más, lo que tomó bastante tiempo porque había que luchar contra la fuerza de la corriente. No sé si terminó en un día o lo hizo en varios, pero mamá contaba que llegaba extenuado por la noche.
A raíz de este aluvión, cada vez que se presentaba un año lluvioso, los Gildemeister tenían la precaución de preparar con antelación muchos sacos de arena los cuales amontonaban en los bordes de las acequias para evitar que el agua se debordara e inundara la población, sobre todo, la acequia Paiján que era muy grande y en época de avenida de aguas se llenaba peligrosamente.
Recuerdo que en las noches de verano, a media noche llegaba un vigilante a caballo y con la verga golpeaba la puerta de la casa. Llamaba fuertemente a papá y le avisaba que determinada acequia estaba en peligro de desborde. Papá se levantaba de inmediato y marchaba a su oficina para organizarse con su gente llevando gran cantidad de sacos de arena a la zona afectada.
En la época del aluvión a pesar de su juventud y de su contextura delgada, era muy vigoroso. En cuanto a valor, no le faltaba, él siempre fue muy osado y no se amilanaba ante nada. Para él todo tenía solución, como en aquella oportunidad, cuando en plena efervescencia de las luchas sindicales en el valle Chicama, había la necesidad de comunicarse con los dirigentes de Trujillo. La misión no era tan sencilla porque los involucrados en este problema, sufrían severas sanciones. Para eludir el control de los carros, aceptó ir a pie de Casa Grande a Trujillo llevando un mensaje cifrado, pero a pesar de todo fue detenido; lo revisaron minuciosamente y por suerte no le encontraron nada. Había escondido el mensaje que era muy pequeño debajo del portaligas que se usaba en aquella época. Así llegó a Trujillo tranquilamente y pudo cumplir con la misión.
En cuanto al puente, resistió la dura prueba y hasta la fecha se mantiene en pie, permitiendo el paso de los peatones y los vehículos que transitan por la zona.
María Carranza V.